LA
TRADICIÓN DE LA CRÍA DE COCHINOS Y EL OFICIO DE LOS COCHINEROS EN INGENIO
Rafael Sánchez Valerón
Cronista Oficial de Ingenio
“…Allí anda en el burrito con el serón lleno de carga
movediza y chillona que viene del Ingenio…”
La formación y
evolución de la sociedad ingeniense está plenamente identificada con la
agricultura y ganadería como medio de supervivencia. Pequeñas labranzas con vacas, cabras bestias de carga y aves de
corral se extendían por toda nuestra
geografía rural. No faltando en estas unidades agrícolas los cochinos
estabulados en chiqueros que se alimentaban con las sobras de las comidas
caseras llamadas “fregaduras” así como alimentos de desecho como hierba,
pequeñas piñas, frutas (higos y tunos) y alguna
“ración de millo” cuando era para
“engorde”. La mayoría de las familias, aunque no fueran labradores tenían su
“cochina” que con el producto de sus partos
se aprovechaba para tapar algunos “agujeros” en la precaria economía
familiar de antaño. Los “lechones”,
aproximadamente a los cuarenta días eran vendidos a los cochineros
teniendo un valor superior los machos (previamente castrados) a las hembras.
Después de cerrado el trato de palabra, siempre respetado por las partes, lo
cochineros se encaminaban por distintas rutas
a lo largo de toda la geografía de Gran Canaria, teniendo en general
cada cochinero su propio itinerario, respetado siempre por los demás. Cargados
en serones sobre los lomos de sus bestias
nuestros cochineros pasaban varios días fuera. El grito de ¡¡cochinos!!
retumbaba en los rincones más inhóspitos
siendo la presencia de estos singulares comerciantes “los cochineros del
Ingenio” sello de identidad de una profesión que el paso inexorable del tiempo
ha hecho desaparecer pero que ha dejado en los habitantes de nuestro municipio un gentilicio que si
bien en una época anterior pudo ser peyorativo hoy es altamente estimado.
Las
cochinas desechadas para el parto o los cochinos de engorde eran vendidos a los “marchantes” que detallaban su carne en la lonja municipal o bien eran
sacrificados por sus dueños para luego vender la carne a conocidos y
familiares, aprovechando para la casa las sobras o subproductos: tales como el
tocino que se guardaba salado en barricas
para gastar posteriormente en las propias casas, productos derivados
como las dulces morcillas y los sabrosos chorizos que tan bien sabían
hacer nuestros antepasados, incluso las “gualdrapas” que embadurnadas con gofio
se elaboraban los ricos “chicharrones”.
Como
epílogo, varias citas que ilustran la tradición cochinera:
“Que acercándose como se acerca el día de nuestra patrona y Señora la
Virgen de la Candelaria, se le haga saber a todos los vecinos que deben sujetar
todos los cochinos que sueltos los tengan y de lo contrario pagar las multas
por ley”(Bando del Alcalde, 1836).
“El
Ingenio es un pueblo extraordinariamente trabajador, hacen escobas, esteras serones,
espuertas; crían cochinillos con tal esmero que su arte les permite ir por toda
la isla, por los más apartados rincones a venderlos sacando de ellos gran
provecho y ganancia” (Luis Morote, 1909).
“…Famosos
“chanchos” de Ingenio que sin
pasarse de grasas dan unas carnes magras que son el contento de los que
entienden de esto…” (Prensa, 1957).