LA SIEMBRA EN LAS MEDIANÍAS DE INGENIO
Rafael Sánchez
Valerón
Cronista Oficial de Ingenio
Las tierras
Al finales del
siglo XVI se lleva a cabo en Gran
Canaria el repartimiento de tierras y agua entre aquellos
que habían participado en la conquista, siendo las tierras de regadío,
situadas en zonas bajas y franja litoral, de más valor que las de secano o
sequero, ubicadas en las medianías y cumbres, donde no se podía encauzar el
agua de los barrancos. Estas tierras de medianías y cumbres en un principio
“montuosas”, fueron adaptadas para la siembra una vez talada la vegetación
natural existente y llevado a cabo el procedimiento tradicional de encadenado
con la construcción de albarradas
(paredes de piedra), despedregado
(eliminar las piedras de cierto tamaño) y arrastre de tierra, facilitando así
cierta profundidad en los terrenos que favorecía la humedad durante mucho
tiempo y evitando la erosión a causa de la lluvia.
Los propietarios
Los repartos
llevados a cabo en nuestras medianías en lo que se llamó Vega Castaña y Cumbre fueron motivo de disputa
entre el Cabildo o Gobierno de la Isla y el Obispado a causa de la condición de “Cámara Episcopal”
de este territorio perteneciente durante varios siglos al llamado “Señorío de
Agüimes”. Los repartimientos confirmados por el Cabildo en la mitad de siglo
XVI dieron la posesión de estas tierras en su mayoría a personajes como Juan de Ávila, Bartolomé de Tovilleja
Alonso de Matos, Sancho Martín y otros, así como distintas posesiones tanto del
clero secular como del regular,
destacando la figura del Deán D. Zoilo Ramírez y la del Fiscal de la
Inquisición Juan Fullana. Pasado el tiempo
la propiedad se fue fragmentando pasando a múltiples dueños. En una gran
parte fueron explotadas por el sistema de arrendamiento con pago en especies
cosechadas.
Caminos
Una red de
“caminos de herradura” unía el pueblo
del Ingenio con los distintos parajes de medianías y cumbres, para el tránsito
de personas y animales de labor, muchos de los cuales aún se conservan.
La zafra
Las labores de
siembra y recogida se desarrollaban la mayoría del año a excepción del verano
compatibilizándose con las tareas en labranzas y regadíos. La siembra se
efectuaba en los meses de Septiembre a Diciembre, dependiendo de que lloviera y
excepcionalmente en Enero si las lluvias eran “tardías”. Para que las tierras
estuvieran en condiciones de sembrarse
debían producirse lluvias copiosas; una vez pasados varios días de sol, las
tierras se encontraban en “sazón”, esto es, un alto grado de humedad de manera
que la semilla pudiera germinar y mantenerse durante mucho tiempo sin necesidad
de otras lluvias.
Las labores de
siembra se llevaban a cabo introduciendo el labrador su mano en la
“faldriquera” que llevaba en un costado y una vez llenado el puño distribuía la
semilla de manera uniforme, siendo esta una labor precisa y delicada, tanto por
el ahorro de semilla como su distribución a lo largo y ancho de la zona a
sembrar, calculando siempre lo que podía arar la yunta en una jornada. Una vez
sembrado y enyugados los animales se procedía a la arada estableciendo primero
los surcos de forma opuesta a como se había arado el año anterior. La
trayectoria de cada surco debía ser completamente paralela al anterior de
manera que la tierra cortada por el arado cayera en el surco precedente tapando
la semilla de forma poco profunda para que pudiera germinar y procurando que no
quedara ninguna en la superficie. Los “chiquillos” se encargaban de picar con
una azada las “rabizas” donde no podía llegar la reja del arado.
La jornada
Desde la
madrugada se “hartaba” a las vacas de comida y se preparaban los aperos de
arada en el burro junto a los sacos de semilla, emprendiendo un viaje a pie
desde las respectivas labranzas, de manera que se estuviera en el lugar de la
siembra a “los claros del día”. Después de una breve pausa al mediodía para el
almuerzo y una pequeña siesta se
continuaba hasta las tres o cuatro de la tarde en que se emprendía el regreso a
los lugares de labranza y continuar las faenas normales en los regadíos y “atender” a los animales.
Las medidas de superficie y capacidad
Las
superficies aradas se establecían por “yuntas”, esto es, el terreno que podía
arar una yunta de vacas en una jornada
normal de trabajo. Su equivalencia en medidas agrarias “de la tierra” era de
media fanegada, aproximadamente la cuarta parte de una hectárea.
El grano se
medía por fanega, almud, medio almud y cuartillo. Los labradores disponían de
instrumentos de medida fabricados en madera.
El grano
Se distinguían
dos tipos de granos, por un lado los cereales: trigo, cebada y centeno y por
otro las legumbres: chícharos moros,
chícharos blancos, chícharos “zajorines”, habas, arvejas, archista, lentejas,
colegias… Estos cultivos se empleaban para el consumo humano o para forraje de
los animales y se alternaban anualmente, Correspondía una gran parte de lo sembrado al trigo, que
una vez trillado se destinaba, una parte a la alimentación humana a través de
la harina y otra parte para los animales con el afrecho. La paja se guardaba y
constituía un alimento complementario para las vacas todo el año; otra parte se
destinaba a la siembra del siguiente año o bien se vendía o se intercambiaba.
Las legumbres solían mezclarse en lo que
se llamaba el “alcancel” que proporcionaba un rico alimento a las vacas;
a esta mezcla se le añadía en menor proporción algún grano de cebada. Las legumbres sembradas de forma
independiente eran para obtener grano para el año siguiente y sólo en algunos
casos como las lentejas y de manera ocasional habas y arvejas, se empleaban
para el consumo humano. La cebada se aprovechaba, aparte de su valor forrajero,
para hacer un gofio que suplía al de millo en los tiempos de escasez. El
centeno, si bien se cultivó de forma constante junto al trigo y cebada, fue
dejando de sembrarse y en los últimos tiempos era inexistente. Aunque se
sembraban casi todos los granos en las distintas zonas de secano, habían
algunos específicos en función de la altitud del terreno, así los chícharos
moros se sembraban en las zonas bajas mientras que las lentejas correspondían a
las zonas frías de cumbre. El millo se plantaba en terrenos bajo riego, aunque
en los años de lluvias tardías, en algunos casos se sembraba “detrás de la
yunta” que consistía en depositar grano a grano a medida que se iba asurcando
la tierra, pero solo para alimento del ganado (millo pajero) ya que raramente
empiñaba.
Las cosechas
Llegado el día
de San José, los labradores se desplazaban con sus animales (vacas, cabras y
bestias) a los distintos lugares de la medianía
donde se empezaba a recoger la cosecha y a acumular el pasto y el grano
que era transportado hasta el pueblo, para la trilla o bien
para alimento de los animales el resto del año. Estas cosechas se transportaban
en burros con dos “lazos” y el “sajornal” en medio,
procurando que la carga estuviese bien compartida. Las plantas gramíneas solían
llevarse en “sábanas sacás” que las envolvía para evitar la pérdida de grano.
Los animales de forma itinerante se desplazaban a los distintos lugares
sembrados. La jornada que duraba de sol a sol se completaba con las propias del
regadío. El trigo y cebada se recogía entrado el mes de Mayo hasta Junio una
vez “escardado” (eliminación de hierbas).
La trilla.
Terminado el mes
de Junio las gavillas se encontraban amontonadas en las eras, esperando un día
de calma para empezar a trillar. Esta se efectuaba con vacas que de dos en dos
daban vueltas alrededor de la “parva” dirigidas desde el centro por un labrador; a veces se añadían burros. A
medida que se iba pisando se iba
depositando en la era nuevas gavillas hasta que quedara todo completamente
triturado. Una vez trillado se procedía a “aventar” aprovechando un día de
viento moderado; con los “biergos” se empujaba la paja mezclada con el grano al
aire hasta que quedaba completamente separada la paja del trigo. Finalmente se
procedía cernir en los cedazos quedando el grano completamente limpio.
La siembra en la actualidad
Llegados
los años finales de la década de 1950 y
principios de los años sesenta se produce una gran crisis en la agricultura y ganadería tradicionales
de la zona por efecto de los años secos
y por el empuje del sector industrial y servicios, que obliga a los
labradores a abandonar este tradicional sistema de explotación de la tierra al
tiempo que desaparecen usos y costumbres relacionados con la actividad agrícola
y ganadera.
Las parcelas que se siembran en la
actualidad son casi testimoniales llevadas a cabo de manera romántica por
algunos descendientes de labradores empleándose el tractor para las aradas. Las
cadenas de siembra se vuelven a repoblar de la vegetación propia de cada zona.